miércoles, 8 de febrero de 2017

Esquirlas punzantes

Y el silencio se hizo largo, infinito. Dejó de ser, de aquellos placenteros que solíamos compartir. Se convirtió en nada, en ese pitido agudo que resuena en los oídos cuando todo se derrumba y ni los escombros permanecen. Y me quedé sola, como siempre temí estar, desamparada, agobiada y caí, tras los restos del derrumbe, infinitas esquirlas de lo que alguna vez fue. Sentí el aire recorriendo mi cuerpo gélido, frío y sin sentido, desesperado por recuperar un recuerdo que los mantuviera vivos. Pero se había perdido, tiempo atrás. Se había roto el hilo que unía su destino con el mío. Y lo había sabido, pero me negaba a admitirlo, porque hacerlo sería aceptar la derrota, asumir que todo en la vida es efímero, que siempre estaremos solos, que no importa cuanto te aferres para no caer, el árbol se va a secar y la rama que te sostiene se va a romper. Quieras o no vas a caer y perecer por ser tan ingenuo de esperar, de no buscar otros apoyos, otro sostén. Caerás, caeremos, en la soledad del silencio que hace zumbar los oídos y te paraliza el cuerpo.

R.R